Bueno sí, empecé a asistir al gimnasio.
No es primera vez que voy a uno. Hace pocos años estuve inscrito en uno cerca de mi residencia. Y era constante, no faltaba. Pero no tenía una motivación ni una razón suficientemente sólida para asistir. Me explico: es bueno ir al gimnasio. Aunque no me gustaba el ambiente superficial y tan enfocado en la imagen —sí, soy de ideas profundas—. El entrenador de esa vez tampoco me prestaba mucha atención… Y bueno, tú vas al gimnasio, desarrollas masa muscular y te ves mejor. Y ya está.
Dichos argumentos no me convencían plenamente. Vino un aumento de la mensualidad que no quise asumir y fue cuando dejé de ir.
Llegué a ver cambios en mi cuerpo, con los cuales estuve a gusto, pero hasta ahí. Me parecía un poco tonto tanto esfuerzo para que uno se viera —y lo vieran— mejor. ¿Y eso para qué? Si era para ligar más, igual no me convencía. ¿O para gustar más o transmitir miedo con esos músculos? Realmente lo veía tonto.
Pasó el tiempo y cambiaron muchas cosas. Y no sé cómo, pero empecé a desear poder. No sobre cosas, personas, sino poder sobre mí. Y conocí interesantes filosofías y fuentes de poder en mí. Muy notable una que cultivé bastante, el autoconocimiento, a un nivel más que aceptable. Pero me hacía falta algo más. Algo que incluso pudiera cansarme, agotarme.
Ahora estamos en la era de la información. La información y el conocimiento también son poder y fluyen constantemente. Y vaya que llegó un valioso conocimiento a mis manos
Resulta que para cualquier cosa que te propongas conseguir, necesitarás de una herramienta clave. Y es tu cuerpo. Y no me refiero solo a fuerza en musculatura. También incluye cosas como la resiliencia.
¿Verdad que para talar un árbol, es mejor un hacha afilada que otra con el filo estropeado? O una computadora en óptimas condiciones si eres diseñador gráfico…
Hasta al jugar videojuegos de conducción —mis preferidos— siempre selecciono el vehículo más potente en mi arsenal.
Ahora bien, ¿a qué se deben estas decisiones? Pues fácil: a las ventajas que nos da dicha selección, que otra no es capaz de darnos.
Solemos escoger las mejores herramientas para nuestras actividades. ¿Por qué no hacer lo mismo con el cuerpo?
Una musculatura óptima es como un filtro que expele del cuerpo toxinas que se producen debido al estrés. Es decir, estarás más relajado y serás más propenso a sentirte feliz.
Luego el ejercicio, que también te impide caer en la depresión, te hace liberar endorfinas que te hacen sentir bienestar y te hace regenerar nuevas neuronas en el cerebro… ¡Te hace más listo, inteligente! Más creativo incluso.
La testosterona liberada, que desarrolla agallas, arrojo, valentía para emprender cosas y no tirar la toalla.
Y ni hablar de la alimentación, algo en lo que ya empecé a hacer cambios.
Ahora que estoy en gimnasio de nuevo, sigo asistiendo sin falta. Hoy fue un día notable, porque quise faltar, estuve agotado. Pero me he acordado de todo esto y asistí de todas formas. Estoy muy satisfecho con mi decisión, por lo que voy con gusto a mover hierro y a convertir este cuerpo en mi mejor y más poderosa herramienta para lograr lo imposible y sobre todo ese cerebro capaz de dar grandes y creativas soluciones… Aparte de un atractivo aspecto, como consecuencia y evidencia de una gran salud y no a costa de la misma.
No hace falta decir que lo recomiendo a quien desde.
¡Saludos y muevan hierro!